La ética en el ámbito educativo se refiere a la práctica de reglas, principios, valores y normas que guían el comportamiento de los miembros de la comunidad (alumnos, docentes, personal administrativo y padres de familia), con el fin de propiciar el bien común y la sana convivencia en un marco de consideración a los derechos y la dignidad de los demás.
La ética es un conjunto de principios y valores cuya práctica permite aprender a convivir y resolver las diferencias mediante el diálogo y el respeto a los demás. De manera específica, la ética en el caso de una institución educativa, determina la posibilidad de una sana convivencia entre los miembros de una comunidad que está en permanente interrelación. Todas las acciones que realizan las personas deben estar impregnadas de un sentido ético. Este es el único camino para garantizar el reconocimiento a la dignidad de los demás y la vigencia de sus derechos.
No basta con que un estudiante adquiera destrezas y competencias académicas fundamentales para el posterior ejercicio de una profesión. Es esencial que, junto a estas destrezas, desarrolle un espíritu de servicio a los demás y crezca como ser humano, es decir, que lo haga en el marco de unos principios que le confieran credibilidad y garanticen en todo momento su rectitud y su integridad. Un profesional sin sentido ético, más allá de todos sus conocimientos, no puede ser considerado un buen profesional, menos aún un ser humano que aporte a la mejora de la sociedad.
Sabemos que siempre existirán factores externos que tiendan a contaminar el espíritu, promuevan la corrupción y puedan interferir en la integridad de las personas y las sociedades. He ahí el rol fundamental de las instituciones educativas y su enrome reto en la formación de seres humanos con principios definidos, que resistan con firmeza el embate de estos factores negativos y lleven siempre -con mayor razón en los momentos complejos- una vida pulcra y transparente, una vida coherente con sus convicciones y sus aspiraciones.
No se puede hablar de una educación “integral” si no se atiende la dimensión moral y espiritual del ser humano. No es posible una educación consecuente con sus objetivos sin promover una cultura de paz, un sentido de respeto a la diversidad, una conciencia sobre los problemas ambientales y el compromiso frente a los derechos de la naturaleza.
En el Colegio Hontanar trabajamos con profundo compromiso en la formación ética de nuestros estudiantes. Esta formación constituyó el principio esencial para su fundación y es la razón que impulsa nuestra continua mejora. La adquisición de competencias académicas está, desde la más temprana edad, indisolublemente vinculada al cultivo de los valores inmanentes que demandan la sociedad y el mundo actual.
Educamos para que nuestros estudiantes puedan realizar transformaciones sociales. Para que sean capaces de analizar el mundo y determinar sus grandes problemas, pero, además, para que logren contribuir a los cambios emergentes que, aunque impliquen luchar contra corriente, tienen que realizarse para vivir en paz, con esperanza, con trabajo y alegría. Creemos que para ello es fundamental mantener un ambiente de confianza en el que nuestros estudiantes puedan compartir abiertamente sus dudas, cuestionamientos y preguntas, con altura y con respeto. Es importante que puedan comunicar lo que les sucede y cuenten siempre con un espacio abierto a la reflexión y al diálogo.
Los niños que formamos hoy serán el futuro profesional y social del mañana. Un estudiante que entiende el valor de la ética y la vive diariamente, será como hemos dicho, un gran profesional y sobre todo un excelente ser humano.